INTRODUCCIÓN
Los alimentos transgénicos han sido
“creados” aplicando técnicas de
ingeniería genética. Con éstas técnicas se utilizan fragmentos de ADN que
contienen genes específicos en los que se introducen mutaciones y
modificaciones. Mediante este proceso, se aisla un gen del genoma de un organismo
donador, se amplifica o se modifica en un
laboratorio, y posteriormente se reintroduce en el organismo original o
en uno distinto generando un organismo transgénico.
El primer alimento transgénico se
comercializó en Estados Unidos en 1994. Era un tomate transgénico con una
modificación de un gen que codifica una enzima que retrasaba la putrefacción.
Actualmente hay decenas de alimentos transgénicos comercializados en todo el mundo. Se han desarrollado patatas
transgénicas con cambio en el contenido de almidón, existen tomates y frutas
transgénicos en los que se puede regular el proceso de maduración.
Las técnicas de ingeniería genética
permiten construir nuevos vegetales con genes provenientes de genomas
bacterianos. Actualmente existen tipos de plantas de algodón, colza o maíz
transgénicos que portan el gen de una bacteria y son capaces de resistir el
ataque de virus, bacterias, hongos o
insectos. Se han desarrollado plantas resistentes al ataque de plagas para
producir semillas de variedades con alto interés alimentario e industrial en
las que se puede eliminar el uso de plaguicidas, ya que la propia planta es
resistente al ataque gracias al gen introducido.
Los alimentos transgénicos no tienen buena
aceptación en general; el ciudadano los identifica con compañías
multinacionales de la alimentación cuyo objetivo último es monopolizar y
unificar la oferta de alimentos. Ello
podría llevar a la extinción de especies y la consiguiente pérdida de
biodiversidad. Además, la aplicación para su creación de tecnologías
nuevas y poco evaluadas en lo relativo a
su impacto sanitario y ambiental, hace que se desconfíe de ellos. Una de las
preocupaciones más frecuentes está relacionada con el posible salto de la
barrera de las especies que podría modificar el genoma humano o de animales con
resultados imprevisibles.
Actualmente
son ya varios países en los que la agricultura transgénica es un hecho con gran
repercusión económica, que hace que parezca imparable su diseminación. Por ello
se hace necesaria una normativa y una legislación internacional que proteja de
los aspectos negativos de los alimentos transgénicos, promueva los positivos,
y permita una convivencia entre la agroalimentación
transgénica y la agricultura
convencional.
CONTENIDO
Los alimentos transgénicos son aquellos
que han sido producidos a partir de un organismo modificado mediante ingeniería
genética y se le han incorporado genes de otro organismo para producir las
características deseadas. En la actualidad tienen mayor presencia de alimentos
procedentes de plantas transgénicas como el maíz o la soya.
La ingeniería genética o tecnología del
ADN recombinante es la ciencia que manipula secuencias de ADN (que normalmente
codifican genes) de forma directa, posibilitando su extracción de un taxón
biológico dado y su inclusión en otro, así como la modificación o eliminación
de estos genes. En esto se diferencia de la mejora clásica, que es la ciencia que
introduce fragmentos de ADN (conteniendo como en el caso anterior genes) de
forma indirecta, mediante cruces dirigidos.1 La primera estrategia, de la
ingeniería genética, se circunscribe en la disciplina denominada biotecnología
vegetal. Cabe destacar que la inserción de grupos de genes y otros procesos
pueden realizarse mediante técnicas de biotecnología vegetal que no son
consideradas ingeniería genética, como puede ser la fusión de protoplastos.
La mejora de las especies que serán usadas
como alimento ha sido un motivo común en la historia de la Humanidad. Entre el
12.000 y 4.000 a. de C. ya se realizaba una mejora por selección artificial de
plantas. Tras el descubrimiento de la reproducción sexual en vegetales, se
realizó el primer cruzamiento intergenérico (es decir, entre especies de
géneros distintos) en 1876. En 1909 se efectuó la primera fusión de
protoplastos[cita requerida], y en 1927 se obtuvieron mutantes de mayor
productividad mediante irradiación con rayos X de semillas. En 1983 se produjo
la primera planta transgénica[cita requerida]. En estas fechas, unos
biotecnólogos logran aislar un gen e introducirlo en un genoma de la bacteria
Escherichia coli ( E.Coli )[cita requerida]. Tres años más tarde, en 1986,
Monsanto, empresa multinacional dedicada a la biotecnología, crea la primera
planta genéticamente modificada. Se trataba de una planta de tabaco a la que se
añadió a su genoma un gen de resistencia para el antibiótico Kanamicina.
Finalmente, en 1994 se aprueba la comercialización del primer alimento
modificado genéticamente, los tomates Flavr Savr, creados por Calgene, una
empresa biotecnóloga[cita requerida]. A estos se les introdujo un gen
antisentido con respecto al gen normal de la poligalacturonasa, enzima que
induce a la maduración del tomate, de manera que este aguantaría más tiempo
maduro y tendría una mayor resistencia. Pero pocos años después, en 1996, este
producto tuvo que ser retirado del mercado de productos frescos al presentar
consecuencias imprevistas como una piel blanda, un sabor extraño y cambios en
su composición. Aun así, estos tomates se usan para la producción de tomates
elaborados.
Los caracteres introducidos mediante
ingeniería genética en especies destinadas a la producción de alimentos
comestibles buscan el incremento de la productividad (por ejemplo, mediante una
resistencia mejorada a las plagas) así como la introducción de características
de calidad nuevas. Debido al mayor desarrollo de la manipulación genética en
especies vegetales, todos los alimentos transgénicos corresponden a derivados
de plantas. Por ejemplo, un carácter empleado con frecuencia es la resistencia
a herbicidas, puesto que de este modo es posible emplearlos afectando sólo a la
flora ajena al cultivo. Cabe destacar que el empleo de variedades modificadas y
resistentes a herbicidas ha disminuido la contaminación debido a estos productos
en acuíferos y suelo, si bien es cierto que no se requeriría el uso de estos
herbicidas tan nocivos por su alto contenido en glifosato (GLY) y amonio glifosinado
(GLU), si no se plantaran estas variedades, diseñadas exclusivamente para
resistir a dichos compuestos.
Las plagas de insectos son uno de los
elementos más devastadores en agricultura. Por esta razón, la introducción de
genes que provocan el desarrollo de resistentes a uno o varios órdenes de
insectos ha sido un elemento común a muchas de las variedades patentadas. Las
ventajas de este método suponen un menor uso de insecticidas en los campos
sembrados con estas variedades,9 lo que redunda en un menor impacto en el
ecosistema que alberga al cultivo y por la salud de los trabajadores que
manipulan los fitosanitarios.
Uno de los factores que suelen mencionarse
respecto a la prohibición de cultivos transgénicos es la imposibilidad de la coexistencia
entre los cultivos convencionales y los genéticamente modificados, debido a la
entrecruza del polen llevada a cabo por el viento o los insectos polinizadores.
El
uso de especies transgénicas en la agricultura no sólo aumenta la productividad
promedio al minimizar las plagas de insectos y maleza, sino que también hace un
uso más racional de los agroquímicos, reduciendo los costos económicos,
sanitarios y ambientales asociados. Los cultivos transgénicos también presentan
mayor resistencia a climas adversos y crecen en tierra seca y salina, lo cual
podría representar una solución al problema de reducción en las cosechas.
Se han aprobado más de cien cultivos
transgénicos para consumo tanto humano como animal en un lapso de 15 años, y de
acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, son tan seguros como los
convencionales.
Recientemente se están desarrollando los
primeros transgénicos animales. El primero en ser aprobado para el consumo
humano en Estados Unidos fue un salmón AquaBounty (2010), que era capaz de
crecer en la mitad de tiempo y durante el invierno gracias al gen de la hormona
de crecimiento de otra especie de salmón y al gen "anticongelante" de
otra especie de pez.
Por otro lado, la práctica de modificar
genéticamente las especies para uso del hombre, acompaña a la humanidad desde
sus orígenes (ver domesticación), por lo que los sectores a favor de la
biotecnología esgrimen estudios científicos para sustentar sus posturas, y
acusan a los sectores anti-transgénicos de ocultar o ignorar hechos frente al
público.
Por su parte, los científicos resaltan que
el peligro para la salud se ha estudiado pormenorizadamente en todos y cada uno
de este tipo de productos que hasta la fecha han obtenido el permiso de
comercialización y que sin duda, son los que han pasado por un mayor número de
controles.
La Organización para la Agricultura y la
Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) por su parte indica con respecto a
los transgénicos cuya finalidad es la alimentación:
Hasta
la fecha, los países en los que se han introducido cultivos transgénicos en los
campos no han observado daños notables para la salud o el medio ambiente.
Además, los granjeros usan menos pesticidas o pesticidas menos tóxicos,
reduciendo así la contaminación de los suministros de agua y los daños sobre la
salud de los trabajadores, permitiendo también la vuelta a los campos de los
insectos benéficos. Algunas de las preocupaciones relacionadas con el flujo de
genes y la resistencia de plagas se han abordado gracias a nuevas técnicas de
ingeniería genética.
Sin embargo, que no se hayan observado
efectos negativos no significa que no puedan suceder. Los científicos piden una
prudente valoración caso a caso de cada producto o proceso antes de su difusión,
para afrontar las preocupaciones legítimas de seguridad La Organización Mundial
de la Salud dice al respecto:
Los diferentes organismos OGM (organismos
genéticamente modificados) incluyen genes diferentes insertados en formas
diferentes. Esto significa que cada alimento GM (genéticamente modificado) y su
inocuidad deben ser evaluados individualmente, y que no es posible hacer
afirmaciones generales sobre la inocuidad de todos los alimentos GM. Los
alimentos GM actualmente disponibles en el mercado internacional han pasado las
evaluaciones de riesgo y no es probable que presenten riesgos para la salud
humana. Además, no se han demostrado efectos sobre la salud humana como
resultado del consumo de dichos alimentos por la población general en los
países donde fueron aprobados. El uso continuo de evaluaciones de riesgo según
los principios del Codex y, donde corresponda, incluyendo el monitoreo
post-comercialización, debe formar la base para evaluar la inocuidad de los
alimentos GM.
Transferencia
horizontal:
Se ha postulado el papel de los alimentos
transgénicos en la difusión de la resistencia a antibióticos, pues la inserción
de ADN foráneo en las variedades transgénicas puede hacerse (y en la mayoría de
los casos se hace) mediante la inserción de marcadores de resistencia a
antibióticos. No obstante, se han desarrollado alternativas para no emplear
este tipo de genes o para eliminarlos de forma limpia de la variedad final y,
desde 1998, la FDA exige que la industria genere este tipo de plantas sin marcadores
en el producto final. La preocupación por tanto es la posible transferencia
horizontal de estos genes de resistencia a otras especies, como bacterias de la
microbiota del suelo (rizosfera) o de la microbiota intestinal de mamíferos
(como los humanos). Teóricamente, este proceso podría llevarse a cabo por
transducción, conjugación y transformación, si bien esta última (mediada por
ADN libre en el medio) parece el fenómeno más probable. Se ha postulado, por
tanto, que el empleo de transgénicos podría dar lugar a la aparición de
resistencias a bacterias patógenas de relevancia clínica.
Sin embargo, existen multitud de elementos
que limitan la transferencia de ADN del producto transgénico a otros
organismos. El simple procesado de los alimentos previo al consumo degrada el
ADN. Además, en el caso particular de la transferencia de marcadores de
resistencia a antibióticos, las bacterias del medio ambiente poseen enzimas de
restricción que degradan el ADN que podría transformarlas (este es un mecanismo
que emplean para mantener su estabilidad genética). Más aun, en el caso de que
el ADN pudiera introducirse sin haber sido degradado en los pasos de procesado
de alimentos y durante la propia digestión, debería recombinarse de forma
definitiva en su propio material genético, lo que, para un fragmento lineal de
ADN procedente de una planta requeriría una homología de secuencia muy alta, o
bien la formación de un replicón independiente. No obstante, se ha citado la
penetración de ADN intacto en el torrente sanguíneo de ratones que habían
ingerido un tipo de ADN denominado M13 ADN que puede estar en las
construcciones de transgénicas, e incluso su paso a través de la barrera placentaria
a la descendencia. En cuanto a la degradación gastrointestinal, se ha
demostrado que el gen epsps de soya transgénica sigue intacto en el intestino.
Por tanto, puesto que se ha determinado la presencia de algunos tipos de ADN
transgénico en el intestino de mamíferos, debe tenerse en cuenta la posibilidad
de una integración en el genoma de la microbiota intestinal (es decir, de las
bacterias que se encuentran en el intestino de forma natural sin ser
patógenas), si bien este evento requeriría de la existencia de una secuencia
muy parecida en el propio ADN de las bacterias expuestas al ADN foráneo. La FDA
estadounidense, autoridad competente en salud pública y alimentación, declaró
que existe una posibilidad potencial de que esta transferencia tenga lugar a
las células del epitelio gastrointestinal. Por tanto, ahora se exige la
eliminación de marcadores de selección a antibióticos de las plantas
transgénicas antes de su comercialización, lo que incrementa el coste de
desarrollo pero elimina el riesgo de integración de ADN problemático.
Ingestión
de "ADN foráneo:
Un aspecto que origina polémica es el
empleo de ADN de una especie distinta de la del organismo transgénico; por
ejemplo, que en maíz se incorpore un gen propio de una bacteria del suelo, y
que este maíz esté destinado al consumo humano. No obstante, la incorporación
de ADN de organismos bacterianos e incluso de virus sucede de forma constante
en cualquier proceso de alimentación. De hecho, los procesos de preparación de
alimento suelen fragmentar las moléculas de ADN de tal forma que el producto
ingerido carece ya de secuencias codificantes (es decir, con genes completos
capaces de codificar información. Más aun, debido a que el ADN ingerido es
desde un punto de vista químico igual ya provenga de una especie u otra, la
especie del que proviene no tiene ninguna influencia.
La transformación de plántulas de cultivo
in vitro suele realizarse con un cultivo de Agrobacterium tumefaciens en placas
Petri con un medio de cultivo suplementado con antibióticos.
Esta preocupación se ha extendido en
cuanto a los marcadores de resistencia a antibióticos que se cita en la sección
anterior pero también respecto a la secuencia promotora de la transcripción que
se sitúa en buena parte de las construcciones de ADN que se introducen en las
plantas de interés alimentario, denominado promotor 35S y que procede del
cauliflower mosaic virus (virus del mosaico de la coliflor). Puesto que este
promotor produce expresión constitutiva (es decir, continua y en toda la
planta) en varias especies, se sugirió su posible transferencia horizontal
entre especies, así como su recombinación en plantas e incluso en virus,
postulándose un posible papel en la generación de nuevas cepas virales. No
obstante, el propio genoma humano contiene en su secuencia multitud de
repeticiones de ADN que proceden de retrovirus (un tipo de virus) y que, por
definición, es ADN foráneo sin que haya resultado fatal en la evolución de la
especie (de hecho estas secuencias víricas han sido de gran importancia en la
evolución de las especies, tanto de humanos como de otros animales ); estas
repeticiones se calculan en unas 98.00027 o, según otras fuentes, en 400.000.28
Dado que, además, estas secuencias no tienen por qué ser adaptativas, es común
que posean una tasa de mutación alta y que, en el transcurso de las
generaciones, pierdan su función. Finalmente, puesto que el virus del mosaico
de la coliflor está presente en el 10% de nabos y coliflores no transgénicos,
el ser humano ha consumido su promotor desde hace años sin efectos deletéreos.
Alergenicidad
y toxicidad
Se ha discutido el posible efecto como
alérgenos de los derivados de alimentos transformados genéticamente; incluso,
se ha sugerido su toxicidad. El concepto subyacente en ambos casos difiere: en
el primero, una sustancia inocua podría dar lugar a la aparición de reacciones
alérgicas en algunos individuos susceptibles, mientras que en el segundo su
efecto deletéreo sería generalizado. Un estudio de gran repercusión al respecto
fue publicado por Exwen y Pustzai en 1999. En él se indicaba que el intestino de
ratas alimentadas con patatas genéticamente modificadas (expresando una
aglutinina de Galanthus nivalis, que es una lectina) resultaba dañado
severamente. No obstante, este estudio fue severamente criticado por varios
investigadores por fallos en el diseño experimental y en el manejo de los
datos. Por ejemplo, se incluyeron pocos animales en cada grupo experimental (lo
que da lugar a una gran incertidumbre estadística), y no se analizó la
composición química con precisión de las distintas variedades de patata
empleadas, ni se incluyeron controles en los experimentos y finalmente, el
análisis estadístico de los resultados era incorrecto. Estas críticas fueron
rápidas: la comunidad científica respondió el mismo año recalcando las
falencias del artículo; además, también se censuró a los autores la búsqueda de
celebridad y la publicidad en medios periodísticos.
En cuanto a la evaluación toxicológica de
los alimentos transgénicos, los resultados obtenidos por los científicos son
contradictorios. Uno de los objetivos de estos trabajos es comprobar la pauta
de función hepática, pues en este órgano se produce la detoxificación de
sustancias en el organismo. Un estudio en ratón alimentado con soja resistente
a glifosato encontró diferencias en la actividad celular de los hepatocitos,
sugiriendo una modificación de la actividad metabólica al consumir
transgénicos. Estos estudios basados en ratones y soya fueron ratificados en cuanto
a actividad pancreática y testículo. No obstante, otros científicos critican
estos hallazgos debido a que no tuvieron en cuenta el método de cultivo,
recolección y composición nutricional de la soya empleada; por ejemplo, la
línea empleada era genéticamente bastante estable y fue cultivada en las mismas
condiciones en el estudio de hepatocitos y páncreas, por lo que un elemento
externo distinto del gen de resistencia al glifosato podría haber provocado su
comportamiento al ser ingerido. Más aun, el contenido en isoflavonas de la
variedad transgénica puede explicar parte de las modificaciones descritas en el
intestino de la rata, y este elemento no se tuvo en cuenta puesto que ni se
midió en el control ni en la variedad transgénica. Otros estudios
independientes directamente no encontraron efecto alguno en el desarrollo
testicular de ratones alimentados con soya resistente a glifosato36 o maíz
Bt.37
Propiedad
intelectual.
Un argumento frecuentemente esgrimido en
contra de los alimentos transgénicos es el relacionado con la gestión de los
derechos de propiedad intelectual y/o patentes, que obligan al pago de regalías
por parte del agricultor al mejorador. Asimismo, se alude al uso de estrategias
moleculares que impiden la reutilización del tomate, es decir, el empleo de
parte de la cosecha para cultivar en años sucesivos. Un ejemplo conocido de
este último aspecto es la tecnología Terminator, englobado en las técnicas de
restricción de uso (GURT), desarrollada por el Departamento de Agricultura de
EE.UU. y la Delta and Pine Company en la década de 1990 y que aún no ha sido
incorporada a cultivares comerciales, y por supuesto no está autorizada su
venta. La restricción patentada opera mediante la inhibición de la germinación
de las semillas, por ejemplo. Cabe destacar que el uso del vigor híbrido, una
de las estrategias más frecuentes en mejora vegetal, en las variedades no
tradicionales pero no transgénicas también imposibilita la reutilización de
semillas. Este procedimiento se basa en el cruce de dos líneas puras que actúan
como parentales, dando lugar a una progenie con un genotipo mixto que posee
ventajas en cuanto a calidad y rendimiento. Debido a que la progenie es
heterocigota para algunos genes, si se cruza consigo misma da lugar a una
segunda generación muy variable por simple mendelismo, lo que resulta inadecuado
para la producción agrícola.
En cuanto a la posibilidad de patentar las
plantas transgénicas, éstas pueden no someterse a una patente propiamente
dicha, sino a unos derechos del obtentor, gestionados por la Unión
Internacional para la Protección de Nuevas Variedades de Plantas. Argentina,
Brasil, España, Bolivia y Chile se encuentran en esa unión, siendo un total de
66 en diciembre de 2008 (entre los países no participantes destaca EE.UU.).
Para la UPOV en su revisión de 1991, la ingeniería genética es una herramienta de
introducción de variación genética en las variedades vegetales. Bajo esta
perspectiva, las plantas transgénicas son protegidas de forma equivalente a la
de las variedades generadas por procedimientos convencionales; este hecho
necesariamente exige la posibilidad de emplear variedades protegidas para
agricultura de subsistencia e investigación científica. La UPOV también se
pronunció en 2003 sobre las tecnologías de restricción de uso como la
Terminator mencionada anteriormente: de acuerdo con la existencia de un marco
legal de protección de las nuevas variedades, se indica que la aplicación de
estas tecnologías no es necesaria.
A pesar de que en México es poca la
producción de cultivos transgénicos (soya y algodón a escala piloto), se
importan granos y alimentos provenientes de Estados Unidos, el principal
productor de cultivos y alimentos transgénicos, por lo tanto, es probable que
los productos que ofrece la industria alimentaria sean alimentos elaborados a
partir de materias primas transgénicas. Resulta complicado enunciar con certeza
qué productos del mercado son transgénicos debido a que en México y Estados
Unidos los alimentos transgénicos no son etiquetados como tales. Sin embargo,
Greenpeace que es una organización no gubernamental que se opone a los
alimentos transgénicos, ha elaborado una lista de marcas de alimentos que esa
organización sugiere que contienen o no contienen ingredientes transgénicos.
Esta lista puede revisarse en:
http://www.greenpeace.org/mexico/prensa/reports/copy-of-gu-a-roja-y-verde-de-a
Las tortillas, los tamales, los atoles y otros productos hechos a base de maíz,
consumidos en grandes cantidades por los mexicanos, pueden ser también la vía
de ingesta de alimentos transgénicos. De hecho, la Dra. Amanda Gálvez Mariscal (coordinadora
del Programa Universitario de Alimentos de la UNAM) en colaboración con otros
investigadores de la Facultad de Química, ha hecho un gran esfuerzo en la
detección y cuantificación de secuencias transgénicas en alimentos procesados a
partir de maíz, como son las tortillas y algunas frituras.
Los cultivos transgénicos comercializados
hasta el momento, y que son utilizados en la industria alimentaria, han sido
modificados genéticamente en dos rasgos principales: la resistencia a insectos
y la tolerancia a herbicidas. Los desarrolladores de estos cultivos afirman que
ambos rasgos agronómicos tienen como propósito aumentar los rendimientos de los
cultivos, reducir los costos de producción y la disminución del uso de
agroquímicos. Aunque no es el consumidor el beneficiario directo de estas
variedades transgénicas, podría serlo a largo plazo si realmente se producen
más alimentos a menor costo. El problema es que después de varios años de
siembra de cultivos transgénicos, no se han producido más alimentos ni se ha
reducido el costo de los mismos. Serios análisis de investigaciones
independientes a las corporaciones biotecnológicas así lo han indicado.
Por otro lado, en los últimos años se han
obtenido plantas transgénicas en las que se ha modificado la composición
bioquímica de sus frutos o semillas, con la intención de producir alimentos que
sean mejores que los convencionales en cuanto a su composición nutricional. Se
han conseguido modificar, tanto la composición de los ácidos grasos de sus triglicéridos
y fosfolípidos, como las características y cantidad de su almidón, proteínas o
vitaminas. De esta manera, se han logrado alimentos con mayor contenido
vitamínico y un mejor balance de ácidos grasos, alimentos “hipoalergénicos” y
alimentos “con valor añadido”. Pero hasta la fecha, no se han comercializado
este tipo de alimentos transgénicos, a pesar de que sus desarrolladores afirman
que se encuentran en etapas de investigación avanzadas.
CONCLUSIÓN
Los conocimientos actuales son insuficientes
para evaluar los beneficios y riesgos de los alimentos transgénicos,
especialmente a la luz de las consecuencias a largo plazo que estas tecnologías
puedan tener no sólo en la salud humana, sino en el medio ambiente y en la vida
de los pequeños productores.
De acuerdo a los pocos estudios
científicos independientes con los que se cuentan, es posible que las
“pequeñas” diferencias entre los cultivos transgénicos y sus equivalentes
convencionales sí sean significativas, de manera que el principio de
“equivalencia sustancial” pierde sentido. Ante ciertas evidencias científicas
de posibles efectos adversos sobre la salud humana como consecuencia del
consumo de alimentos transgénicos, estudios independientes en el ámbito
científico internacional son impostergables. Se requieren métodos y conceptos
nuevos para analizar las diferencias de origen toxicológico, metabólico y
nutricional entre los alimentos transgénicos y sus equivalentes convencionales.
Más que grandes corporaciones biotecnológicas
“luchando” por erradicar el hambre en el mundo, necesitamos científicos
responsables y comprometidos con las sociedades actuales, amenazadas por el
cambio climático e inmersas en una severa crisis alimentaria y financiera. Hoy
más que nunca resultan indispensables políticas agropecuarias encaminadas a
garantizar la soberanía y seguridad alimentaria de los pueblos que padecen
hambre. La primera evaluación mundial independiente de ciencia y tecnología
agrícolas, aprobada por 58 gobiernos en abril de 2008, advierte que el mundo no
puede depender de “reparaciones tecnológicas”, como los cultivos transgénicos,
para resolver problemas sistémicos de pobreza, hambre y crisis ambiental
persistentes. No se trata solamente de un problema de producción de alimentos,
es sobre todo, un problema de acceso a los mismos y justicia social. He aquí el
gran reto de la comunidad científica contemporánea en colaboración con todos
los sectores de la sociedad, incluidos los consumidores, los pequeños
productores y los campesinos.
FUENTES
·
Es.wikipedia.org/wiki/
Por que he elegido éste
tema?
Porque
considero que es muy importante conocer de que manera nos alimentamos, que es
lo que nos están vendiendo y que consecuencias podemos tener a un corto,
mediano o largo plazo. Y el tener conocimientos nos permitirá estar mas alertas
para prevenir o minimizar los posibles daños en nuestro cuerpo y ecosistema.
De donde partí para empezar
a escribir?
Desde
hace años he escuchado y visto artículos sobre este tema, pero a raíz de este
curso, recordé que debía de investigar acerca de ello y fue el primero al que
le dí mayor relevancia.